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La empresa ¿Petacas? … Las de Miguel. El coco de los Petaqueros, al son de “para petacas… las mías”. Miguel Fernández inició un próspero negocio en 1925.

 

 

En 1930, justo después de casarse, abrió la tienda Numancia, en la esquina de 16 de Septiembre y Bolívar. El eslogan era:  “Para petacas…las mías.” Desde muy temprano paraba los tranvías y camiones para regalas monederos. “Numancia ganó fama al momento”, cuenta Manuel Fernández, hijo del fundador, quien estuvo a cargo del negocio junto con sus hermanos. En 1936 decidió mudar la tienda a la esquina de Tacuba y Allende. Fue entonces cuando la firma se convirtió en El coco de los Petaqueros. Para petacas… las de Miguel”. El cambio respondía a que esas eran las calles por las que entraban todos los tranvías y camiones que llegaban al centro. Por el tráfico de gente, consideró que esa esquina incrementaría sus ventas. No se equivocaba, recuerda su hijo. A mediados de los 50 el negocio empezó a crecer exponencialmente. Para entonces, Miguel Fernández ya era conocido como el rey de las petacas.

 

Tenía gran personalidad. Era un hombre muy dinámico y serio en sus compromisos, pero al mismo tiempo dicharachero. Su gran virtud era la creatividad, él mismo inventaba los lemas que usaban en sus comerciales.El coco de los Petaqueros llegó a tener hasta nueve tiendas hoy solo quedan seis. Los hijos y nietos de Fernández mantienen vivo el negocio que el rey de las petacas atendió hasta los 90 años.

Cuando en la XEW los locutores de antaño anunciaban: “Desde la ciudad de los palacios a la torre Eiffel, todos viajan con las petacas de Miguel”, se referían a Miguel Fernández, “rey de las petacas y coco de los Petaqueros”. Proveniente de Santander, España, este empresario sólo había terminado la primaria cuando llegó a la ciudad de México en 1916; tenía 16 años recién cumplidos. El mayor de ocho hermanos dejó a su familia que se dedicaba a cuidar ganado, para probar fortuna en América. Llegando empezó a laborar con unos tíos en la camisería El Águila, donde aprendió varios oficios. Se entregó de tal forma al trabajo que todos los días de la semana podía encontrársele en la tienda. Una tarde de domingo que toreaban Sánchez Mejía y el califa de León (Rodolfo Gaona), sin permiso dejó su puesto. Al volver de la corrida, sus tíos le dieron tal reprimenda que él se sintió profundamente dolido y buscó un nuevo oficio. Gracias al apoyo económico de los hermanos Fernández Díaz, dueños de Ebesa (una fábrica de equipajes y artículos de piel) echó a andar un negocio llamado Plus Ultra. Así, en 1925, Miguel Fernández inició en la calle de Allende número 2, su primera aventura empresarial vendiendo petacas y bolsos. Sus inicios fueron muy audaces. Su olfato para el comercio y su don de gente le abrieron paso. Su gran secreto consistía en que conocía muy bien el poder de la publicidad.

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